La calidad de la labor parlamentaria se evalúa en función de criterios como la competencia, la integridad y la responsabilidad de los representantes del poder legislativo en la defensa del interés público. Sin embargo, los parlamentarios del espectáculo, centrados en la autopromoción mediática y en la generación de controversias, representan un desafío para los estándares de calidad democrática y de la labor legislativa que también se mide por el conocimiento, la calidad de la representación, la producción legislativa, el control al poder ejecutivo, el trabajo en equipo, la comunicación transparente y la ética pública.
Estos parlamentarios suelen priorizar su presencia en medios y redes sociales, desatendiendo la elaboración de propuestas legislativas efectivas, controles políticos oportunos y la resolución de problemas que afectan a sus electores. Esta tendencia hacia el sensacionalismo desvía la atención de los debates cruciales y dificulta el proceso legislativo, debilitando la confianza pública en la institución parlamentaria.
La falta de profundidad y compromiso en el trabajo legislativo de los parlamentarios del espectáculo también se refleja en la poca efectividad de sus propuestas, las cuales suelen ser superficiales y carecen de un análisis fundamentado. Al enfocarse en temas de impacto mediático, estos parlamentarios tienden a eludir discusiones complejas y evitan profundizar en el diseño de políticas sustantivas, lo que afecta la productividad legislativa y la capacidad del parlamento para responder a los problemas reales de la sociedad. Esta deficiencia en la elaboración de leyes y su escasa capacidad para defender proyectos viables contrastan con los criterios de competencia esperados en un parlamentario de calidad.
La ética pública y la integridad son aspectos esenciales en la evaluación de un parlamentario, ya que su función debe estar orientada hacia el servicio público y no hacia beneficios personales. Los parlamentarios del espectáculo, en su afán de protagonismo, suelen recurrir a tácticas de manipulación emocional y contenidos poco objetivos, promoviendo escándalos en lugar de promover políticas constructivas. Esta conducta no solo daña la percepción ciudadana sobre el parlamento, sino que erosiona la confianza en la integridad de sus representantes, lo cual es fundamental para la democracia.
La falta de integridad de los parlamentarios del espectáculo contribuye al cinismo político y a la desafección ciudadana.
Una solución en el ámbito de govtech, para contrarrestar la influencia negativa de los parlamentarios del espectáculo, es implementar soluciones tecnológicas de acceso a la información pública que facilite a la ciudadanía conocer, gestionar y analizar datos sobre el desempeño parlamentario. Con la ayuda de la tecnología, la IA y bots se pude pensar en una solución innovadora que gestione datos de acceso público para analizar la efectividad legislativa, la integridad y la responsabilidad parlamentaria, presentando métricas objetivas que incluyan el número y tipo de propuestas presentadas, intereses defendidos y su alineación con el interés público, la asistencia a sesiones y plenarias, posturas de control político, recurso humano utilizado, etc. Así, la ciudadanía tendría acceso a un perfil completo y detallado de cada parlamentario, lo cual permitiría una evaluación más objetiva y fundamentada de su labor, contrastando la imagen pública que proyectan con su desempeño real en el parlamento, aspecto fundamental para no caer en la trampa de los likes que se confunde habitualmente con la calidad legislativa.
Además de fortalecer los modelos de parlamento abierto, un herramienta de govtech podría ofrecer un sistema de seguimiento en tiempo real y alertas sobre el comportamiento legislativo de los parlamentarios, lo que permitiría a la ciudadanía, las organizaciones de la sociedad civil y periodistas, monitorear y analizar su efectividad de manera continua.
El análisis de datos con tecnología ayudaría a evidenciar el trabajo real de los parlamentarios de calidad y a detectar a aquellos que priorizan la autopromoción por encima de sus responsabilidades legislativas.
En medio de tanto escándalo y espectáculo, sí es posible un rendición de cuentas y promoción de la cultura de la transparencia realista, que con tecnología contribuya a mejorar la confianza en el sistema democrático y a fomentar la participación ciudadana informada, además de ejercer una presión positiva sobre los parlamentarios para que mantengan altos estándares de calidad en su labor.
¿Entre la sociedad del conocimiento y del espectáculo qué estamos eligiendo? No olvidemos que tenemos los datos.
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